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29 Ante los gritos de los jinetes y de los arqueros,
toda la gente sale corriendo;
se esconden en los matorrales
o trepan a los peñascos.
Todas las ciudades quedan abandonadas;
ya no hay nadie que viva en ellas.
30 Y tú, ciudad en ruinas,
¿para qué te vistes de púrpura?,
¿para qué te cubres con joyas de oro?,
¿para qué te pintas de negro los ojos?
De nada sirve que te embellezcas,
pues tus amantes te han rechazado
y lo que buscan es tu muerte.
31 Oigo gritos de dolor, como de una mujer
que da a luz a su primer hijo;
son los gritos de Sión,
que gime, extiende los brazos y dice:
“¡Ay de mí! ¡Me van a matar los asesinos!”»

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